viernes, 18 de febrero de 2022

DISCRIMINÉ A OTROS PARA NO SER DISCRIMINADO

Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentidos discriminados, a veces por el propio hecho de una realidad con ideas preconcebidas y renuentes al cambio. Intentamos ser nosotros mismos, pero es difícil serlo cuando tiendes a mirarte siempre en el reflejo de los ojos de otros. Tristemente, influenciados por esta premisa, muchos de nosotros nos convertimos en los discriminadores. No es raro escuchar: discriminé a otros para no ser discriminado. 

Haciendo un análisis en primera persona sobre la discriminación, me gustaría hablar de la realidad que durante un largo período de tiempo marcó mi vida. Nací en Cuba en 1990 y viví allí hasta el 2012, año en que tuve la oportunidad de emigrar a España. Desde los 15 años fui militante de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), una organización política integrada por jóvenes de entre 15 y 30 años. Para ser militante de la Juventud (como se suele nombrar también) a parte de mostrar tu voluntariedad, debías someterte a un proceso selectivo. Un proceso selectivo que en muchos casos estaba determinado más bien por dime con quién andas y te diré quien eres (discriminación por asociación), y que se prestaba para descartar a aquellos que por la ideología de su familia y la de ellos mismos, podían ser la piedra en el zapato de la organización. Cuba es un país comunista donde no hay cabida a pensar diferente, la frase "estás conmigo o estás contra mi", viene como anillo al dedo a la realidad política de la Isla.  

Cuando en el 2008 fui elegido Secretario General de mi Comité de Base, tuve que hacer la selección de varios jóvenes que habían expresado su voluntariedad de pertenecer a la UJC, y fui aquí donde me vestí con el traje del discriminador. Durante la fase de entrevistas personales pude valorar los puntos de vista de cada postulante y su entorno familiar. Expresamente no había nada escrito en las bases de la organización que excluyese a la gente por su forma de pensar ya que se entendía que en Cuba todos tenían los mismos ideales, pero tácitamente, aquel o aquella que tuviese criterios diferentes a la forma de hacer las cosas era un/una candidato/a tachado/a. Siguiendo este patrón - que nos hacían ver que era lo correcto, que no podíamos tener "gusanos" (así llaman en Cuba a la gente que tiene ideas diferentes al régimen), que había que reforzar las ideas de unidad ideológica para que EE.UU. no viese debilidad en nuestro sistema, que la juventud, como relevo del pasado, debía cuidar el comunismo que tanta sangre se había derramado para conseguirlo y que, si no lo hacías, abrazabas ideas capitalistas y eras un contrarrevolucionario- discriminé ideológicamente a algunos de los aspirantes. 

Pertenecer a la UJC era un mérito añadido para un joven de bachillerato a la hora de elegir una carrera. Por ejemplo, si dos estudiantes con la misma nota y méritos aspiraban a una única plaza de Periodismo, el hecho de ser militante te daba la certeza de que la plaza era tuya en caso de que tu oponente no lo fuera. De ahí el valor que tenía para muchos jóvenes, ya que incrementaba la probabilidad de poder estudiar la carrera de sus sueños. Cuando tuve que decir los nombres de las personas seleccionadas, los rostros de decepción del resto de candidatos fue reflejo de la pérdida de esa probabilidad aumentada. A raíz de esta experiencia solicité ser relevado del cargo de Secretario General.

La discriminación ideológica en Cuba ha estado presente desde 1959 con el cambio de régimen. Muchas fueron las personas repudiadas por expresar su descontento con el proyecto socialista que se pensaba construir. Presos políticos, fusilamientos, emigración marítima a Estados Unidos a riesgo de perder la vida durante el trayecto, madres que no volvieron a abrazar a sus hijos porque el gobierno cubano les prohibió la entrada al país luego de haber emigrado. 

"Socialismo o muerte", una consigna que se repite en carteles, logotipos, en las despedidas de actos políticos, en la televisión, en la boca de los profesores en las escuelas y hasta en juguetes. Una consigna donde se resumen la ideología que nos imponen desde pequeños y que resume la verdadera cara de la Revolución Cubana. Puedes pensar diferente pero no lo expreses, de lo contrario asume las consecuencias. 

La gestión política ante este fenómeno no es fácil y más si quien impone la forma de pensar tiene los recursos represivos para evitar que hayan cambios. Honestamente no se me ocurre ninguna medida para contrarrestar la discriminación ideológica en Cuba. Yo encontré mi solución, y fue irme del país, y al igual que yo, miles de jóvenes también hacen lo mismo. Yo no quería sentirme discriminado ni ser discriminador de otros como una vez fui. Hay casos, y lo que pasa en Cuba es uno de ellos, donde el problema hay que atajarlo desde la raíz. 
















 

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